jueves, 5 de septiembre de 2019


¿Qué evalúo?
La pregunta que se recicla a sí misma


Evaluar un contenido, un proceso o un producto final es la cuestión, aunque las 3 cosas van unidas y creo que no podría existir una sin la otra, más que en casos determinados. Los productos finales se apoyan en procesos, y son la forma que tiene el estudiante para demostrar los contenidos que aprendió; y la forma que tiene el docente para comprobarlo. Por supuesto, dicho en forma muy sencilla y sólo como introducción, evitando la complejidad que tiene el tema.
Voy a comentar algunas experiencias docentes que he ido relacionando con los contenidos vistos en el módulo y que me han servido para reflexionar sobre la evaluación, para mí, una de las instancias más complejas en el proceso de enseñanza – aprendizaje.  Y, si bien es uno de los momentos más complejos, hay muchos instrumentos y procesos que han ido definiendo el avance de la evaluación en general y que son de mucha ayuda para los docentes al momento de evaluar a sus estudiantes.


Me sentí identificado con una idea de la prof. María Fernanda Romano en su blog, quien decía que la ejercitación debe sumar un total de 10 en el actual sistema. También lo que se hace muchas veces es el planteo de la ejercitación, y al valor final se le hacen divisiones para que cada ejercicio sea una fracción del 10 final. 
En cierta manera esta situación afecta la retroalimentación, la que tiene sus particularidades en un sistema en el que la calificación (o la nota) es protagonista. En mi experiencia, en muchas oportunidades los estudiantes luego de conocer la nota, pierden la tensión sobre la devolución de la evaluación. Por eso es que hace un tiempo que he optado por hacer la retroalimentación en el momento de la entrega, antes de calificar. He comprobado que con esta modalidad surgen más preguntas y críticas a los trabajos propios y ajenos ya que la tensión se mantiene firme apoyada en el ritmo constante que traía el trabajo durante el proceso. Sólo trato de hacer más fluido el límite entre el proceso y la entrega o el resultado.
Muchas veces—y según los trabajos— los estudiantes saben que el trabajo no reúne las condiciones para una muestra a la que pueden asistir miembros de la comunidad educativa que no han estado compenetrados de los detalles del proceso. Sin embargo pueden obtener una buena nota por el esfuerzo, las ideas propuestas, la resolución de problemas surgidos durante el proceso, etc.

Evaluar en forma continua exige a los docentes tener un conocimiento más o menos profundo de sus estudiantes, sus intereses y ritmos de trabajo. Esto implica más dedicación para saber que a algunos se les puede pedir más que a otros, pero que a esos otros un producto de menor calidad de terminación puede significarles más estímulo y satisfacción si está hecho con esfuerzo genuino para continuar su avance en el aprendizaje.


Sin tener en cuenta esto, los estudiantes que son hábiles y tienen competencias para mostrar un producto final prolijo, serían en todos los casos los que obtienen buenas calificaciones. Pero un estudiante que no es tan hábil, pero tiene ideas interesantes, puede llegar a productos finales “de exposición” con la ayuda de otros.

En muchos casos el observar a los estudiantes en el aula, me ha permitido acercarles propuestas del sistema de tutores—muy incipiente, hace pocos años que lo pongo en práctica— a algunos y a otros no. Y la clase se ha desarrollado de manera fluida, con cada uno ejerciendo su rol, unos explicando y acompañando y otros recibiendo y preguntando. Lo que sí hay que tener claro son los resultados de aprendizaje —que no son los objetivos del espacio—, y buscar las evidencias de aprendizaje, lo que lleva también un tiempo importante. De ahí los criterios de evaluación y el diseño de las experiencias cierran una unidad, para mí permeable, que se modifica con los resultados en cada implementación. En función de esto, sorprenden también las diferencias que se pueden plantear en grupos paralelos, de la misma edad, el mismo espacio, y el mismo colegio. Cada implementación de una misma secuencia es diferente. Como debe ser.


Me ha parecido también muy interesante la aproximación a la idea de evidencias de aprendizaje, con sus preguntas de inicio, especialmente: ¿Qué saben los estudiantes sobre el tema? y ¿Qué tendría que preguntarles para saber qué saben? Me parece un instrumento invalorable para dar comienzo al proceso.
Muy interesantes  también me resultaron los recomendados Referenciales de evaluación del Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET) . Son amplios y pueden servir para que el estudiante sepa en qué se lo va a preparar y evaluar, y que el docente tenga un instrumento para identificar el punto de partida y llegada de cada estudiante.
En cuanto a los criterios de evaluación,  repito lo que expresa la prof. Graciela Cappelletti en el video propuesto en el módulo: “los criterios de evaluación son el mapa de ruta”. Internalizando este concepto, no hay mucho más que decir, sólo que las rúbricas son grandes aliadas para que los estudiantes puedan tener en claro qué esperamos de ellos desde el inicio del proceso, facilitando la claridad: “los alumnos deben tener en claro qué esperamos que aprendan”( Cappelletti).

Bien, la pregunta del principio y que da título a esta entrada seguirá vigente mientras haya docentes preocupados por los aprendizajes de sus estudiantes. ¿Qué evalúo?




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Evaluación ¿Para qué sirve la utopía? Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿En...